¿QUIÉN SOY?




Este es el blog de MANUEL BUENDÍA BERCEDO. Pretendo mostrar una propuesta profesional y particular acerca de la Igualdad de Género y las Masculinidades. Veremos algunas respuestas a la pregunta anterior pero sobre todo, haremos muchas más preguntas para invitar o implicar a otros hombres en la Igualdad.



viernes, 31 de enero de 2020

¿Cómo construyes tu subjetividad masculina, chavalote?


¿Te estás haciendo más igualitario o te gusta ser como los de antes?

A lo largo de la historia el universal masculino fue la única medida de las cosas.

El androcentrismo histórico, (lo viril como único estilo de hacer las cosas colocado en el centro), explicó el mundo dejando a las mujeres en un segundo plano. En los años 70 del pasado siglo unos pocos hombres comenzaron a reflexionar y hacerse preguntas sobre la identidad masculina por primera vez en la historia.

Ello fue posible gracias a la existencia del feminismo que previamente aportó o visibilizó la mirada de las mujeres y cuestionó ese patrón patriarcal. A partir de entonces todo lo demás fue diferente. Hubo un antes y un después, lo que nos afectaba solo a nosotros hubo que replantearlo.

Los varones arrastramos desde entonces una crisis de identidad, asunto antropológico por excelencia, ¿quién soy yo y cómo tengo que comportarme como hombre en los diferentes roles a partir de ahora? Los modelos tradicionales de masculinidad se van quedando obsoletos, y aún no los hemos sustituidos por otros definitivos, o por unas “nuevas masculinidades”. Estamos en ello. Ese viejo androcentrismo histórico tampoco nos sirvió nunca a muchos hombres que no cumplíamos del todo, o ya defraudábamos desde el principio las expectativas de lo que se esperaba de nosotros según ese modelo tradicional. Nacimos con defecto de fábrica. Estaba muy castigado ser sensible, tener pluma, o sufrir pánico ante las peleas.

Hay varones desempleados que se deprimen especialmente (muy diferentemente a como lo hacen las mujeres de su entorno en el mismo caso), y no se dan cuenta de todo lo que había influido en ellos la presión de ser “padre proveedor” hasta ese momento que dejan de ingresar , es decir, ignoraban todo lo que habían aprendido desde niños acerca de lo que se esperaba de ellos, de lo que significaba ser hombre. Cualquier hombre podía tener todos los defectos del mundo mientras fuera “trabajador”.

Como ejemplo, también hay otros hombres “pacifistas”, “pacíficos”, o “inofensivos”, según los casos, que no saben aún cómo resolver algunos conflictos con asertividad y eficacia en el día a día, y ven con "envidia" la eficacia de otros “machos” que lo resuelven con cuatro gritos, o dando un puñetazo encima de la mesa.



O por otra parte, hay jóvenes heterosexuales bien educados, inteligentes, con buenas notas que sufren a su modo cuando intentan “seducir”, ya que resultan poco atractivos, según ellos, entre las compañeras de su clase.

Estos son tres ejemplos claros incontestablemente relacionados entre sí que ilustran los contenidos de este post. Para debatir correctamente sobre estos temas, y muchos otros que han aparecido en los siete años de este blog, es imprescindible aplicar perspectiva de género y masculinidades como necesaria categoría de análisis, algo que hemos repetido hasta la saciedad. Sin ello es imposible entender la relación de los tres. No se puede entender casi nada.


Una sociedad patriarcal, machista, con una división sexual del trabajo intacta y unos roles definidos de masculinidad y feminidad muy estereotipados, mantiene un equilibrio muy cómodo. En ese contexto equilibrado, el parado es un “perdedor”, los flojos resuelven sus cosas únicamente cuando consiguen "ponerse en su sitio", y esos jóvenes lo único que tienen que hacer es esperar a que las chicas más guapas que aspiran a ser modelos se den cuenta de que es un "buen partido". (Todo con muchas comillas).

Actualmente ese equilibrio patriarcal se está alterando en la mayoría de países en diferente grado, aunque mucho más despacio de lo que a muchas nos gustaría.

Según Mabel Burin, en los años 90 del pasado siglo, la masculinidad o condición masculina pasó a ser un problema , dicho de otro modo, fue por primera vez objeto de estudio o análisis. Hablamos de masculinidades.

Muchas veces los telediarios se componen de dos partes. Por un lado hay una lista de “hombres malos”: ladrones, acosadores, violadores, manadas, el último caso de asesinato machista, es decir, aquellas que catalogamos actualmente como "Masculinidades tóxicas"Y por otro lado están los "hombres buenos”: futbolistas y otros deportistas, o héroes del Olimpo. Puede ser una exageración simplificada pero pensadlo bien.

Estamos en plena crisis de la subjetividad masculinidad, es decir, una crisis del varón proveedor, una crisis de la seducción, una crisis del varón dentro de la pareja o la familia, una crisis de las paternidades y los cuidados, una crisis del hombre trabajador en su relación con multitud de compañeras de trabajo muy diversas, así como en todos los aspectos de la conciliación de los diversos ámbitos. La homofobia es una pieza principal en la construcción de la masculinidad y es necesario librarnos de ella. Todos estos son algunos ejemplos concretos.


Cada hombre vivimos diferentemente nuestra masculinidad de una manera subjetiva, individual y colectiva que la vamos construyendo en cada “sentipensamiento” y conducta, cotidianamente. Quienes no se lo trabajan replican simplemente lo que ven o imitan pasivamente, a veces sin querer.

Las relaciones de género son relaciones de poder. El equilibrio de la época patriarcal pura es jerárquica, los hombres están en posición dominante y las mujeres subordinadas. En caso de empate el “voto masculino” decide a su favor. En aquellas sociedades en proceso que caminan hacia posiciones más igualitarias, que son casi todas actualmente en mayor o menor grado, necesitan redefinir las relaciones de poder, cualitativa y cuantitativamente.

En el caso del varón desempleado puede experimentar una pérdida de autoestima subjetiva, como hemos dicho, pero a la vez existe una pérdida objetiva de poder real. Las reglas del juego están mudando pero no del todo, ni en todos los sitios por lo cual los efectos negativos de estas "masculinidades recesivas" se aprecian aún en multitud de ocasiones, observándolo de forma pragmática y objetivable.

El joven que no resulta atractivo a sus compañeras igualmente experimenta una sensación provisional de crisis, y una pérdida de poder o influencia real. El hombre inofensivo que no sabe o no puede “echarle huevos” también tiene un problema y se tiene que jorobar con las reglas viejas hasta que se nutra de herramientas nuevas, y las pueda poner en práctica en contextos más favorables.


Actualmente la clase, la etnia, la edad, la salud, el hecho religioso, la orientación sexual, el grupo comunitario de referencia o el territorio, se cruzan con el género y dan factores muy ricos de diferenciación masculina, por lo cual los actuales estudios de género hablan de masculinidades en plural.

El hombre hegemónico (macho alfa) es blanco, occidental, joven, hetero, de clase media-alta. Dejan por debajo otros muchos varones desclasados, como diría Celia Amorós: discapacitados, pobres, negros, viejos, maricas… La matriz de las relaciones de género, a su vez, con las plurales mujeres es infinita.


Por tanto, somos hombres en construcción, como hemos repetido en este blog. Cada uno, consciente o inconscientemente forjamos nuestro propio perfil. Unos somos compañeros de viaje de las mujeres en su propio proceso, aliados del feminismo. Es una buena decisión. Se supone que el objetivo utópico va a ser la destrucción definitiva del género cuando desaparezcan del todo las desigualdades, que todas y todos nos comportáramos como personas, pero incluso en ese caso habrá que estar vigilantes para que no se deteriore la situación o no se den pasos atrás.

Hay muchos hombres que se han resistido, se resisten, y otros se resistirán con más fuerza contra "lo feminista", pero están haciendo lo mismo, es decir, están construyendo su propio estilo de masculinidad, más o menos machista, a contrapié, a la fuerza, a regañadientes y cabreados. Le tienen terror a lo que ellos mismos llaman "lo políticamente correcto" que no es otra cosa que reconocer que ya no se mueven cómodos en el androcentrismo. El feminismo, como movimiento social y cultural que trabaja por la igualdad, que reivindica los derechos y libertades de las mujeres, e intenta corregir las desigualdades, (como queramos decirlo), aporta paralelamente una historia del antifeminismo, o historia de la resistencia (a la igualdad), que describe múltiples masculinidades machistas resistentes. Pero hasta los más machistas, antifeministas militantes, han “avanzado algo” en treinta años, aunque ellos no lo sepan ni lo quieran reconocer. Todo está en cambio.

Para terminar, a todos los demás, a los hombres igualitarios o a los "indiferentes", nos queda mucho trabajo por hacer. Estamos en un proceso de deconstrucción provisional de los machismos concretos. Estamos en crisis, intentando librarnos de ese machismo o masculinidad tóxica que es un lastre lleno de privilegios envenenados. Estamos aprendiendo a verbalizarlo, y al hacerlo tenemos en cuenta esa categoría de análisis de las masculinidades, o carpeta entre nuestros esquemas mentales, por lo cual  ahora ya es más fácil ser conscientes de nuestros progresos en las relaciones con las mujeres. Con esa carpeta podremos leer la vida más fácilmente.

De esta forma, estamos más preparados para que se pueda “empoderar” ese varón desempleado, el joven tímido, o el hombre sensible. Y podrán hacerse competentes en varias direcciones a la vez. En realidad ya están mejor posicionados de partida que los “machistas resistentes”, llevan mucho adelantado porque el futuro será mixto y más igualitario. Pensadlo bien. A la larga vamos ganando, de manera lenta y sufriendo con las muestras reactivas (violencia, abuso...).

Las reglas del juego futuras que ejercerán mujeres y hombres que trabajan por la igualdad les serán más favorables a mis tres amigos, y podrán encontrar un contexto estructural donde se muevan más cómodos. A ellos y a todos los demás.

De la misma manera que los efectos positivos del feminismo abarca a todas las mujeres, las masculinidades igualitarias nos ayudan a todos. Será más lento de lo que quisiéramos pero será, o mejor dicho, irá siendo. 

Para sustituir unos modelos de masculinidad machistas, sexistas, violentos, por otros más positivos, por otras paternidades más implicadas, amorosas y cuidadoras es necesario que socialmente apoyemos, valoremos, legitimemos, esas nuevas conductas.

Necesitamos ese refuerzo positivo por parte de las mujeres y de los hombres, de toda la sociedad. Necesitamos la aprobación y reconocimiento de todas, de aquellas mujeres que se sienten feministas, y de las que no, también de las que lo son y no lo saben. Necesitamos el acompañamiento de nuestro propio proceso. Esto a muchos varones les produce urticaria, es lógico, parecemos "perritos falderos de las feministas", como me han dicho a menudo.

El machismo lo sufren las mujeres pero es un problema que tenemos nosotros. La mayoría de sentimientos, pensamientos y prácticas sobre estos temas tiene que ver con la pedagogía que nos hacemos entre nosotros, desde que somos niños y jóvenes sobre qué tipo de hombre tenemos que ser, individualmente y en grupo. Es la socialización de género.


Por todo lo dicho es muy importante la reflexión, y el apoyo mutuo de los grupos de hombres. Por eso están justificadas asociaciones como AHIGE (Asociación de hombres por la Igualdad) , los círculos de hombres, plataformas, foros, etc donde compartimos sentimientos, ideas, miedos, vulnerabilidades, fortalezas, propuestas, sueños, proyectos igualitarios …




sábado, 29 de junio de 2019

¡Urgente, urgente! Un aviso a los hombres: todas las personas nacemos y morimos dependientes

El feminismo ha acuñado y colocado en el centro del discurso, diversas categorías de análisis que estaban invisibilizadas y que actualmente son conceptos cotidianos ,como por ejemplo, "la división sexual del trabajo", "la violencia de género", "la corresponsabilidad", "la feminización de la pobreza", "la gestión social del cuidado", o "el varón proveedor". El objetivo de este blog es mostrar los estilos de masculinidad (igualitarios) y la implicación de los varones en la Igualdad y el feminismo.

Es muy interesante intentar  adelantarnos en los análisis a los conflictos nuevos a medida que avanzamos en mayores niveles de Igualdad. Cuando abrimos la lupa para conocer en detalle o profundidad los procesos, vemos que se ha avanzado mucho en términos generales, pero enseguida nos damos cuenta de que tal vez no es para tanto, según lo exigente que uno sea o las expectativas que se hayan puesto.

Hay dos procesos clave. Uno es la conquista de las mujeres al espacio público por medio del acceso al trabajo remunerado, en todas y cada una de las profesiones. Es considerada por muchas la mayor revolución del siglo XX.

El otro proceso es lo que numerosas autoras llaman la huelga de la natalidad que en cierta forma ha supuesto liberarse de la consigna identitaria patriarcal de la maternidad obligatoriacon toda la presión social que ello supone. No es el momento de analizarlo pero la corresponsabilidad integral de los hombres será un ingrediente necesario.  

En ambos casos, son las mujeres los sujetos-políticos de la acción y han supuesto un auténtico cambio en muchos aspectos. Los hombres hemos de estar atentos e interesados, acompañar sin torpezas, y adaptarnos a modelos no androcéntricos ni machistas, es decir, asumir escenarios justos e igualitarios. También nos va la vida en ello. Las feministas radicales nos enseñaron que lo personal es político.

De manera muy sencilla, la división sexual del trabajo (clásica y tradicional) consiste en separar a las personas según el sexo biológico y repartirles roles y tareas diferentes. A los hombres les adjudica la esfera pública y el poder, el empleo remunerado. De esta forma el dinero se convierte automáticamente en indicador de la masculinidad. Es la función productiva. Y según este esquema a las mujeres por su propia naturaleza les corresponde lo privado o doméstico, como es parir, cuidar a los hijos, dar de comer, es decir, la función reproductiva, y atender a las personas mayores o tener la casa limpia y ordenada. Esto era así.

Ana de Miguel nos advierte que no es un asunto baladí, puesto que está en juego tanto el modelo social como la sostenibilidad humana en nuestras sociedades.

Como nos dice Laura Nuño, a su vez, en su libro El mito del varón sustentador, todas y todos nacemos y morimos dependientes. Toda persona necesita de una atención especial al principio y final de su vida. Esta idea es fundamental, sabida por todo el mundo pero parece que se omite. Es mi trabajo específico el resaltarlo, y ayudar a que los hombres se enteren, lo asuman y actúen en consecuencia. 

Como hemos dicho a menudo en este blog la muerte es paritaria, puesto que tarde o temprano nos llega a todas las personas. La necesidad de cuidado también lo es, pero ¿qué sucede con la implicación de los varones (por igual) a la educación y cuidados de los menores, de una manera  integral y equitativa, o los cuidados a las personas mayores, dependientes por enfermedad o personas en situación de discapacidad (PeSD)? No vale ya con una simple ayuda, aspiramos a una corresponsabilidad total.

Antiguamente había una mano invisible en la economía que resolvía gratuitamente la gestión social del cuidado. Era una mano femenina de madres, mujeres solteras y abuelas o viudas.

Otro factor igualitario es el tiempo. Somos tiempo inestable que no lo podemos estirar. Pero en el ejercicio del poder, también en las relaciones de género, al apropiarnos del tiempo de los demás, podemos tener la sensación de que nuestro tiempo se estira, pero tenemos que saber que eso es hacer trampas y muy injusto.

La revolución de las mujeres antes nombrada ha sido incompleta. La división sexual del trabajo ha sido rota en lo público pero no en lo privado. Nos falta la conquista de los hombres en lo emocional, lo sexual, lo doméstico o lo privado.

Se establecieron las dobles jornadas únicamente para las mujeres. Para Carole Pateman, el contrato social del ciudadano ilustrado, liberal, androcéntrico, ocultó un contrato sexual implícito que dejó subordinadas a las mujeres, y poco valorado lo que ellas hacían. Los Estados modernos consagraron la separación de lo público y lo privado. Actualmente, estamos pretendiendo el conciliar ambos aspectos con diferente éxito . Ese contrato sexual permitió la  consolidación del Derecho Civil Patriarcal y la legitimación de las desigualdades entre hombres y mujeres. 

Quedó oculto un pactum subjectionis donde se estableció un intercambio (¿libre?) de obediencia por protección entre mujeres y hombres. Ese modelo de madre-esposa en el siglo XIX se convirtió en el ideal burgués de familia que duró muchas décadas con sus altibajos. Nuño nos advierte de un dato curioso: a mediados del siglo XIX (1877) la tasa de actividad femenina en talleres, fábricas, etc alcanzó en España el 17,2%. Posteriormente, hubo una retirada de las mujeres del ámbito público, gradual, hasta que en 1940 era menos de la mitad (8,3%). Los años 40-50 del pasado siglo en EEUU, o el nacional-catolicismo del régimen franquista en España dibujaron claramente el modelo de sociedad que se buscaba. A partir de ahí, han ido creciendo dichas tasas hasta la actualidad, pero, ¡atención! Parece mentira que al comienzo del siglo XXI, (solo hace un par de décadas), seguía la cifra cerca del 40%. Hoy es mucho mayor (54%), pero muy lejos de estar cerrada la brecha con los hombres.

Hoy todo está cambiando, los roles de género, los modelos familiares, etc pero estamos a mitad de camino. Algunos datos como la demanda voluntaria de jornadas a tiempo parcial, o sobre las personas que explicitan no buscar empleo, siguen estando muy feminizados. Los casos de violencia sexual y acosos, individual o en grupo, revelan que el espacio público sigue siendo inseguro para las mujeres. Los hombres tenemos que comprenderlo en estos términos y calibrarlo sin resistencias. Hemos de conocer los privilegios patriarcales que aún disfrutamos sin demostrar consciencia de ellos.

Hay otros dos procesos clave donde las mujeres son sujetos de acción: por un lado, el acceso a la educación, donde las mujeres han llenado la universidad con las mejores notas, hecho que tiene mucha relación con el empleo, y por otro lado, la irrupción en la política y el poder que comenzó con el sufragio femenino.

Emilia Pardo Bazán, en 1892 en su libro la cuestión femenina en España, hace una crítica acerca de las desigualdades, donde nos dice que no puede llamarse en rigor, a la educación de la mujer, como una auténtica educación sino dogma, ya que con ella se asegura una obediencia, pasividad y sumisión de las mujeres.

Los hombres también tenemos mucho que decir y acompañar en estos procesos aunque no seamos los protagonistas. Conocemos en nuestro entorno, por ejemplo,  a mujeres que aún se culpabilizan por dejar a sus hijos e hijas en manos de terceras personas, como si fueran unas malas madres. Con responsabilidad y eficacia de todas las partes desaparecerán las culpas y los temores. Tenemos aún, en general, los hombres que ponernos las pilas individualmente, pero cuando se instauren (políticamente) los permisos de paternidad y maternidad iguales e intransferibles (la PPIINA), más pronto que tarde, demostraremos que también se puede aprender todo tipo de tareas y que somos capaces. Eso sí, no hay excusa, en los observatorios o estadísticas de los usos del tiempo tendremos que confirmar las cifras y cerrar las brechas de género.

Hace ya muchos años Mª Ángeles Durán, analizó las fronteras entre el trabajo y el empleo, y estudió el trabajo no remunerado en la economía global. Según ella la frontera entre el trabajo y el empleo no es una cuestión lingüística sino, sobre todo, una cuestión política. Nos explicó que el trabajo no remunerado también es trabajo.


Quedó lejos la división sexual del trabajo pura y rígida, pero quedan numerosas rémoras que dificultan los avances. Nuño nos expresa que "ya es un mito el hombre proveedor y la mujer mantenida". Pero hemos dicho que debemos adelantarnos a los nuevos conflictos, como por ejemplo,  todas las especificidades que acontecen cuando es el varón el que está desempleado, es decir, la crisis del hombre proveedor. Hay divorcios actuales donde aún entran en escena estigmas como el de hombre mantenido. Resulta muy difícil encontrar hombres que en su conversación cotidiana digan que "se apañan sin problemas con el sueldo de su mujer", algo que sí ocurre al revés. En conclusión, arrastramos estereotipos viejos y a la vez hemos creado otros nuevos sin desarrollar el debate.

Hemos sido socializados desde niños a ser burros de carga y responsables de traer el pan a casa, por lo que el sistema patriarcal castiga duramente a quién fracasa en este cometido. Hemos fundamentado los hombres la identidad en el homo laborens casi en exclusiva, por lo que resulta normal que para aquel que pierde su empleo le puede suponer una pérdida de la autoestima o una depresión difícil de superar (con aspectos o matices diferentes a los que les ocurre a ellas, por todo lo que venimos diciendo).

A muchas mujeres les sucede esa depresión o decepción cuando tienen la noticia de que no pueden ser madres, y dicen sentirse incompletas.

El lenguaje es perverso cuando tienen que someterse a una operación ginecológica y les dicen que les vacían, o hacen un vaciado como si no les quedara nada dentro del cuerpo después de la operación (son solo unos pocos gramos de peso), o como si su identidad principal fuera la de ser madre.


Por otra parte, aquellos hombres con otros ideales, artistas, poco pragmáticos,  aquellos que no tienen talento a la hora de “conseguir dinero”, trabajadores precarios, simplemente los que no tienen suerte en el mundo laboral, o cometieron un error, es decir, los perdedores o fracasados como hombres proveedores, a parte de "vagos" suponen una provocación al sistema, unos traidores, son "medio hombres" y se les castiga de muchas maneras, por eso deben tener su merecido.  Por el contrario, el hombre con estatus, que desempeña una profesión con prestigio, o el hombre rico, siguen resultando atractivos y seductores para el sistema. Cuando el desempleo o la pobreza le acontecen a una mujer, no es casualidad que la prostitución o el hecho de buscarse un marido con ingresos siga actuando como atractor patriarcal. Es lamentable, pero estamos lejos de nuestro objetivo de Igualdad. La sexualización de las niñas, o la objetualización de las mujeres continúa siendo algo frecuente en la sociedad, son otras resistencias machistas, como todo lo anterior, que nos hacen ver (con la lupa grande) que la división sexual del trabajo se resiste a desaparecer.

¿Qué sucederá en un futuro? ¿Cómo se comportarán en la práctica las parejas donde son ellas quienes ganan más? Estamos muy cerca de que crezcan exponencialmente ¿Qué novedades habrá en el comportamiento de las millones de mujeres empoderadas que ya existen, con independencia económica, a la hora de buscar pareja? ¿La encontrarán fácilmente?

El dato de “activos desanimados” en la búsqueda de empleo en función de la edad es paritario entre los 16 y los 21 años. Lo intuimos u observamos. La brecha de los activos desanimados en los menores de 30 años, es 44 hombres/56 mujeres ¡Caramba, ya se separa algo! Y en las personas mayores de 55 años es de 20 hombres/80 mujeres, muy cercano a la división sexual del trabajo tradicional ¡Curioso y lógico!

¿Se mantendrán igualitarias las cifras de los jóvenes a medida que crezcan, o los sesgos sobre la maternidad, la brecha salarial, las resistencias antes señaladas lo torcerán hacia las andadas? ¿Los cambios en la gente joven están para quedarse?

Y lo que es más curioso, Nuño nos adelanta algo que ya intuimos también, cuando se analiza a las personas trabajadoras en función de los estudios y la edad. La actualidad ya refleja que en los más jóvenes con estudios universitarios ya se ha dado la vuelta, son 44 hombres/ 56 mujeres ¿Somos conscientes de las repercusiones que va a tener todo esto? A mi el dato personalmente me gusta pero me refuerza en la idea de que no tenemos lo hombres más tiempo que perder para ponernos las pilas.

¿Eres hombre y sientes una especial vergüenza por no ingresar "suficiente"? ¿Te sientes amenazado por el éxito o triunfo de tu pareja, te sientes inferior o no valorado? ¡Piénsalo! ¿Te avergüenza o deprime tenerte que hacer cargo de las tareas domésticas o de cuidados cuando pierdes el empleo? ¿Piensas en esas tareas cuando sí lo tienes?

¿Crees que el dinero que ganas, o el que no ganas, es lo que te da el respeto, el poder, la influencia, el control, o es no tenerlo quien te lo quita? ¿Temes el qué dirán? ¿Piensas que defraudas por no cumplir con las expectativas o lo que se espera de ti? ¿Todo esto te saca de quicio, saca tu rabia o agresividad? ¿Haces gastos superfluos precisamente cuando menos oportuno es?

Las mujeres muchas veces también han sido socializadas en el machismo y la división sexual del trabajo, por lo que si eres mujer, ¿te has avergonzado, o has sentido vergüenza porque tu pareja-hombre no sea "el hombre proveedor" que esperabas? ¿Piensas que tu pareja no "le echa huevos" para enfrentarse con su jefe, o no es suficientemente proactivo?

¿Crees o piensas que tu pareja, cuando te cede parte de la responsabilidad laboral o financiera, lo interpretas negativamente (por flojo o vago), porque él es el que debe trabajar y ganar más, o debe pagar en los restaurantes "como todo un caballero"?



 Cuando ganas más que tu pareja hombre, ¿te avergüenzas de ello y disimulas para que él no se sienta mal? Yo todavía no conozco ningún caso, pero ¿cambias tu conducta y te sientes superior a él? Las relaciones de género también son relaciones de poder, las relaciones afectivas y amorosas son muy complejas. Pensemos en numerosas situaciones nuevas que hemos de aprender a gestionar en un clima de Igualdad efectiva y real.

El enfoque de la Igualdad de género sigue priorizando la igualación de las mujeres en el ámbito público, pero el éxito real solo vendrá si igualamos a los hombres en el invisible trabajo doméstico. Hemos de revisarlo todo.

Los pocos hombres que eligen trabajos a tiempo parcial para dedicarlo a los cuidados, o aquellos pocos que piden excedencias, o se dedican al cuidado de mayores o dependientes, esos muy pocos hombres que hoy existen, son castigados como lo fueron siempre las mujeres.


No es algo atractivo para ellos. Mientras no se abran de verdad los debates, los hombres ni siquiera se van a interesar en leer este blog. Y llegamos muy tarde. Tal vez hagan falta medidas de acción positiva que fomenten la incorporación de los hombres a la gestión del cuidado.

Mientras se siga pensando que la conciliación es un asunto de las mujeres, lo seguirá siendo. Sigue existiendo la rémora de que todos estos problemas u obstáculos es el resultado del "capricho" de haber querido las mujeres tener empleo (todo entre comillas).

Cuando los cuidados se externalizan, recae en manos de otras mujeres (a menudo migrantes). Otro gran futuro problema ocurrirá cuando las siguientes generaciones de mujeres trabajadoras se vayan jubilando, porque muy seguramente no estarán dispuestas, ¡con razón!, a ejercer a tiempo completo de abuelas cuidadoras, sobre todo porque gozarán de una movilidad y una actitud vital máxima, mucha salud y ganas de vivir. No podremos pedirles sacrificios como a las generaciones anteriores. Los hombres tenemos que espabilar. 

La sociedad se está envejeciendo, y en unos pocos años las demandas de cuidados van a multiplicarse exponencialmente. La huelga de cuidados del 8 de marzo de los últimos dos años nos anuncia que es un asunto clave. Está en juego "lo que queda" del Estado del Bienestar. Ante la demanda que viene, si queremos mantener la cohesión social hemos de implicarnos los hombres completamente ¿Ha quedado suficientemente claro?

Cuando las parejas tienen hijos o hijas con discapacidad o enfermedades crónicas todo se complica y las desigualdades de género aparecen o se remarcan.

La flexibilidad de horarios, la regulación del teletrabajo, la no transferibilidad de los permisos, las redes familiares informales (que no sean solo de mujeres), los sistemas de pensiones, los planes de Igualdad, los convenios colectivos, o la acción sindical, todos, han de implementar una aunténtica perspectiva de género y masculinidades. 



lunes, 29 de abril de 2019

El instinto sexual se vuelve una idea basura de la cabeza

Hemos dicho a menudo, y de muchas formas que el género es una construcción cultural (política, económica,  simbólica, social…) apoyada en la diferencia sexual. El género justifica relaciones de subordinación o discriminación  hacia las mujeres por la excusa de tener un sexo u otro, por el mero hecho de ser hombres o mujeres.


El sistema patriarcal nos dice a los hombres que “siempre tendremos la fuerza física como último recurso, para mantener o re-establecer el orden social”. Según esto, las mujeres son entendidas como seres imprevisibles gobernadas por los sentimientos y la afectividad. Le son más propios la crianza y los cuidados en la esfera privada. Este es el punto de partida tradicional extremo pero ya no estamos en esa situación pura,  tenemos un recorrido hecho según los casos que enriquece y también "dificulta" el análisis.

Rawelyn Connell desarrolló el término de masculinidades hegemónicas para explicar la vida cotidiana de muchos hombres y las relaciones de estos con las mujeres. Los hombres con un modelo de masculinidad hegemónico ejercen la autoridad sobre mujeres y niños/as, y sobre otras masculinidades más recesivas (hombres “flojos o maricas”). Reprimen los sentimientos, tienen que ser tipos duros  y se centran en los trabajos remunerados. Saben que se les van a evaluar como hombres en función de su trabajo (como proveedores). Una expresión abierta de los sentimientos es un claro signo de debilidad, lo opuesto a la racionalidad. Han de huir de todo aquello que se identifique como femenino u homosexual. 

Según Rodríguez, Ávila y Marín las calificaciones más altas aplicadas por hombres y mujeres en relación a lo que se entiende como "masculino" son: Fuerza, Brusquedad, Inexpresividad, e Instintividad. Parece que seguimos creyendo que los hombres son así, cuando se nos pregunta a  mujeres y hombres.

Pues bien, todo lo dicho afecta también a la sexualidad masculina, que se centra en la satisfacción del deseo sexual, y en la búsqueda del mayor número de relaciones coitales posible. Si analizamos hoy en día las conversaciones de muchos hombres seguimos detectando esto con sus sutiles modificaciones.

Se instala (cognitivamente) la creencia en muchos hombres de que poseen una promiscuidad sexual desmedida, y un deseo irrefrenable de obtener placer sexual. Resulta que esto se valora como positivo cuando a nada que profundicemos huele a "frustración". Hay numerosos chistes que hablan de eso.

Esa necesidad de contactos decimos creer que actúa de manera  instintiva.

Lo instintivo tiene prestigio social. Esto es clave.  Es la creencia de que el instinto sexual es muy poderoso. Sirve de "coartada". Insisto que esa misma idea es fuente de frustración si no se logra, como ocurre en la mayoría de las ocasiones.

Ese modelo de hombre prioriza el acto y el goce sexual propio por encima de otras experiencias. Es egoísta. En una relación heterosexual, el hecho de complacer a las mujeres, el conocimiento mutuo o el cuidado,  quedan muy relegados a cómo queda expuesta su virilidad ante otros hombres, como si fuera un examen, es decir, lo importante es quedar bien ante los demás o ante la idea de sí mismo. El mito del don Juan sigue vivo en tanto que el intercambio coital se sigue viviendo, experimentando, como un reto o una meta.

Por eso, estos hombres consideran a las mujeres un objeto parcializado de deseo. Un simple objeto bello. "Objetualizar" en una única dirección es machista y misógino. Una relación igualitaria hace bailar constantemente relaciones sujeto/objeto en todas las direcciones. Quienes "objetualizan" de manera machista, cuando reciben una negativa la interpretan como una humillación, o una pérdida de su reputación masculina.

Muchos hombres aún opinan que las mujeres, en general, siguen estando menos interesadas que ellos por el sexo. No les ha interesado pararse a saber si es verdad. No las conciben como sujetos de acción ¿No ocurre esto cada vez que se consume pornografía o se es un prostituidor?

Victor Seidler estudió que muchos hombres elaboran discursos, cuando están con otros hombres, que suprimen los sentimientos y deseos construidos en sus relaciones amorosas con las mujeres. Presentan una imagen pública de su relación muy reducida. Se potencian las imágenes que les dejan como predadores sexuales.

Todas estas ideas explican la sexualidad como si fuera un asunto de mera biología humana. Estas  ideas que remiten a la biología, reducen la sexualidad a la fisiología de los individuos. Insistir en el instinto es un reduccionismo biológico  muy destructivo. No tiene validez científica. Es pura ideología machista con aspecto de "ciencias animales" que contribuye a  “mantener cierto orden social”. Hacemos trampas.

Sin embargo, la descripción de la sexualidad es un producto social y cultural, y no una consecuencia inevitable de la biología.

Repito, la sexualidad y su práctica deben enmarcarse principalmente en el campo de lo social y cultural y no de la biología. Lo biológico es un soporte que se encarna o concreta en una práctica social, en muchas diversas en realidad. La identidad masculina es un producto de múltiples y diversas prácticas sociales, incluidas las conductas sexuales, muchas veces contradictorias. No pretendo "ser culturalista", es una visión integral "bio-sico-sociocultural". Aquí insisto en advertir del extremo biologicista con intenciones machistas.

Utilizo el término cultura desde un punto de vista antropológico. Estoy hablando por tanto de un enfoque cultural de la sexualidad masculina, con perspectiva de género. 

La "cultura de la violación", por ejemplo,  es una concreción extrema de una cultura machista. No son enfermos como los diabéticos que necesiten un tratamiento. Lo que hace falta es educar en Igualdad y una cultura igualitaria para prevenirlas. Cuando hay un delito y cárcel ya es muy tarde.


Wendy Hollway ha llamado “discurso del instinto sexual” a esa fuerza interna, necesidad o impulso de apariencia biológica, que va más allá del control voluntario. Esta autora nos recuerda que esta creencia, totalmente artificial es como una esclavitud. Es algo así como una creencia cultural o idea política que nos “manipula”, y no nos deja “ser libres” pudiendo serlo ¿Tú puedes desprenderte de esta idea? ¿Has reflexionado por qué?

Describir la sexualidad masculina construida en un discurso del instinto sexual remarca un tipo de relaciones entre mujeres y hombres basado en la dominación y la violencia. Esta creencia lo justifica todo. Con la excusa consciente o inconsciente del instinto, o la "esencia masculina", muchos hombres organizan su experiencia sexual instrumentalizando a las mujeres como un mero objeto y pretenden así dominar en la relación. Espero que haya quedado claro.

Pues bien,  hemos de entender que no siempre es así. Hemos de trabajarnos la creencia de que podemos experimentar relaciones igualitarias, cuidadoras, amorosas, afectivas, recíprocas. Tan sólo hay que ser conscientes de que está en nuestra mano, mucho más de lo que parece que se piensa. 

Hay que desprenderse de la otra basura con la que nos socializan desde pequeños. Y tampoco podemos conformarnos con niveles asumibles de esa idea, de baja intensidad, que simplemente "no ha llegado todavía a ser adictivas o delictivas" y que por eso se dan por buenas, o como mal menor.

Todo lo cultural es modificable, se puede cambiar. Esa es la buena noticia. Los determinismos biológicos son herramientas políticas para desanimarnos, y hacernos pensar que no es posible aprender o cambiar. Es mucho más fácil de moldear el estilo de sexualidad cuando se cae en la cuenta de las ideas que nos oprimen. Ser hombre o ser mujer son formas de hablar, de pensar, de actuar que se construyen social y culturalmente ¿Quedó claro?

En este blog intentamos responder qué significa ser hombre hoy después del feminismo. Hemos de reflexionar qué tipo de sexualidad queremos construir y sus significados. Hemos de elegir entre creernos esas ideas que nos han inoculado, o buscar otro camino más equitativo y positivo. Repito: nos inculcan la idea de que los hombres actuamos por instinto, somos bruscos por naturaleza y que "ser un poco animales es guay". La ternura y la habilidad en los cuidados son cualidades masculinas aprendibles y tan culturales como las otras.

Numerosos investigadores e investigadoras siguen demostrándonos por otra parte, que el atributo fuerza sigue asociándose a lo masculino, visto tanto por hombres como por mujeres. Parece algo natural. A mí no me interesa ahora  analizar las razones por las que mujeres digan buscar  hombres varoniles y fuertes para que las protejan. También se lo inculcan. El término “fuerza” es muy  polisémico además.

Rodríguez, Ávila y Marín, piensan que deberíamos hacernos la siguiente pregunta: ¿ser representados con el atributo fuerza nos convierte al género masculino en detentadores de poder?, ¿es algo automático?

Queremos creer que no porque si así fuera, nunca abandonaríamos del todo “la fuerza física” (en bruto), como variable principal para la concepción del mundo. 

Hoy por hoy el talento, la capacitación, la inteligencia, o el dinero (la herencia en la mayoría de países se distribuye por igual tanto a mujeres como hombres) son otras variables que van cobrando más peso. El poder se obtiene de muchas maneras, y la fuerza puede ser sicológica o de otro tipo. Va habiendo cambios que hay que analizar respecto a la fuerza.

Lo masculino no tiene un contenido en sí mismo sino que es relacional, en relación con lo otro o “la otra”.

La idea  machista de hombre fuerte y dominante se retroalimenta con la figura de “una mujer dócil”. El concepto de “sexo débil” aplicable a lo femenino parece que va cediendo poco a poco, sobre todo en Occidente. Ya no cuela. Es todo más sutil.  La resistencia, la resiliencia, etc son sinónimos de fuerza más sicológicos que se van instalando cognitivamente en "lo femenino", tanto en ellos como en ellas. Cada vez hay más trabajos donde la fuerza física no es necesaria, máquinas fáciles de usar, direcciones asistidas de camiones, etc Muchos hombres por su parte van abandonando estilos de identidad que necesita mucha intensidad en el desgaste físico.

Muchos hombres expresan y reconocen que lo femenino lo asocian ya a “inteligencia”, “educación”, “responsabilidad” (puede ser esta otra forma de fuerza moral). Pero a continuación añaden en privado que ya no hace falta que las mujeres sean débiles o sumisas sino que lo parezcan, que “se lo hagan”, o que se lo hagan creer a ellos. Es un espejismo de control. Pensad en las personas  que conocemos  que juegan a esto. La famosa crisis de la masculinidad tradicional actualmente está dibujando situaciones donde el caduco ego masculino pide comida estupidamente. Es muy bobo, pero es como si en vez de ponernos las pilas los hombres, y “empoderarnos” desprendiéndonos del machismo viejo e inútil de verdad, pretendiéramos buscarnos los últimos  oasis de nostalgia patriarcal. El mundo de la pornografía y prostitución es un "gran oasis patriarcal". A veces, hablando también con algunas mujeres dicen jugar a eso, negocian así para no discutir.

Y por otra parte, ¿qué hacemos con la fuerza bruta? ¿Qué hacemos ahora con esos hombres en el siglo XXI que se van dando cuenta de que únicamente consiguen lo que quieren a lo bruto o por la fuerza? ¿Acaso no es una inconsciencia dejarlos desatendidos o sin explicitar el debate?

Las mujeres, a su vez, también están socializadas en sociedades machistas en todo el mundo. El patriarcado les dice a las niñas que tienen que ser princesas, guapas, bellas y delgadas, "preparadas para la mirada del hombre". La famosa talla 38, que actúa como un "burka de occidente" según Fátima Mernissi.


El equipo arriba citado nos advierte igualmente por ejemplo del tránsito de “belleza” a “coquetería” estudiado en un grupo mayoritario de jóvenes mexicanos de ambos sexos.  Hace tiempo se atribuía simplemente como cualidad de “lo femenino” la belleza (“las mujeres son bellas”), y últimamente aparece mucho más ponderada  la coquetería (“las mujeres son coquetas”). Si nos fijamos supone admitir algo más de capacidad de agencia que el mero hecho de ser objetos. Una mujer coqueta que utiliza sus “armas de mujer”, como diría la película, (¡las armas de los hombres son las otras!), "aparentemente" se va empoderando por un camino que no cuestiona nada, acepta las reglas del juego del sistema, aprenden a nadar en un mar machista.

Al estilo de Bourdieu, aparte del capital económico monetario, también está el capital social o el capital  cultural, donde está incluido el conocimiento. Y de la misma manera, la socióloga Catherine Hakim, habla de capital erótico para referirse a una combinación del  atractivo estético, social y sexual, especialmente hacia el sexo contrario, para obtener beneficios. La autora lo explica como una inversión inteligente en la propia imagen. Entiendo, pero me tiene muy preocupado esa deriva. Ese no puede ser el camino, aparte del sesgo machista que tiene al aplicarlo sobre todo a las mujeres puesto que el terreno está muy abonado. Indirectamente deja intactas las reglas del juego machista.

En este blog hemos dicho muchas veces que los avances feministas también nos benefician a los hombres igualitarios (por definición). Tenemos que prepararnos para vivir en Igualdad con mujeres empoderadas, autónomas y poderosas. Pienso sinceramente que es preferible empoderarse por las capacidades y no por el aspecto, tanto unos como otras.

Termino con una anécdota personal que me dejó preocupado. Funciona como indicador de cómo se avanza. Conocí en una ocasión a una mujer muy inteligente, con habilidades sociales, podemos decir ahora con altísimo capital erótico. Teníamos que tratar un asunto que no viene ahora al caso. Intentó jugar conmigo y manipularme, al menos así me sentí. Confieso mi vulnerabilidad en otros aspectos, "pero no en ese". Soy un hombre que aspiro a ser pacífico, incluso pacifista, y muchas veces lo que me siento es "inofensivo", sin poder ni fuerza física pero confiado en mis posibilidades.

Está bien, ellas tienen su derecho de intentarlo como quieran. Pero en este caso reconozco que llegó a ponerme nervioso. Fue una situación a la que no estoy acostumbrado.  Lo cuento porque tengo la sensación de que le enfadó que yo no respondiera  como se esperaba, (como responden los hombres), o como parece que estaba ella acostumbrada. No afirmo que  esté equivocada, simplemente no hablamos el mismo idioma, y conmigo esa vez no funcionó.



Creo sinceramente que tengo la suerte de estar en el proceso de intentar liberarme de la basura del instinto sexual y la fuerza bruta de la que hablaba al principio. Así de simple.

Llamo la atención sobre la evolución perniciosa de otra creencia. Decíamos al principio que las mujeres son seres afectivos imprevisibles en un modelo patriarcal arcaico. Cuando se tiene el poder patriarcal, esa imprevisibilidad hace descansar el problema en las mujeres. Estaban a salvo.  Pero en realidad hoy el problema de "déficit de comprensión" hacia mujeres empoderadas se vuelve en contra y hace más evidente que el problema lo tenemos nosotros (cuando ocurre) ¿Me expliqué? Esto es novedoso. 

Escuchamos que las mujeres son incognoscibles para ellos debido a que los hombres somos más simples, más básicos. ¿Os suena? Es otra creencia biologicista, falsa e intencionada. Aquellos hombres que se están quedando retrasados en temas de igualdad les va a costar mucho comprender si no espabilan y si no se trabajan emocionalmente con carácter urgente. Yo simpemente aviso.


Con toda la intención coloco esta imagen
sobre prostitución y trata al lado de un
comentario sobre pornografía. Este
último es el marketing previo de aquel.
Para terminar y relacionarlo todo,  por si no fuera suficiente, numerosas autoras nos están advirtiendo y alarmando del exponencial consumo de la pornografía,  (la cultura del porno) en todo el mundo, que se inicia precozmente a partir de los once años. En ella se aprende la normalización de la violencia en el sexo, y la misoginia. La educación sexual que reciben los hombres a todas las edades es eso, y tiene consecuencias. Es el producto que más fomenta la creencia del discurso del instinto sexual. Me parece que es una bomba de relojería, después de todo lo dicho. Con el caso de la manada tuvimos la oportunidad de reflexionar sobre estos temas.

El mundo está cambiando. Es posible el cambio en los hombres. La mayoría lo estamos haciendo a distinta velocidad. Estamos avanzando en aspectos favorables a la Igualdad aunque quizá lo hacemos a trompicones. Queda todavía mucho, pero junto a la nueva situación estamos alimentando también futuros cánceres que brotarán si no los atendemos debidamente: el "instinto", "la fuerza bruta", la pornografía-prostitución... La prostitución está relacionada con la exclusión social y la feminización de la pobreza. Llevar el debate hacia las escort, "mujeres de compañía de lujo" (mujeres con alto capital erótico, que manejan mucho dinero y escogen a sus clientes), es otra creencia machista muy intencionada. Inocula en los varones la idea de estar entre la espada y la pared, entre el instinto, y la fuerza bruta, según el dinero que tengan. Me niego a todo esto.

Una educación afectiva sexual sana e igualitaria debe formar a las chicas a no objetualizarse, entrenar a los varones para que aprendan a no ver a sus compañeras como objetos, a desprenderse del instinto, de la brusquedad, a gestionar modalidades positivas (metafóricas) de la fuerza, y a expresar todo tipo de emociones, antes de convertirlas en ira. Como hombre en construcción, libre de esa basura, quiero para mí relaciones sexuales libres y felices, con mujeres empoderadas, libres y felices.